La crónica de esta salida tiene su
miga porque tiene varios frentes: dos puntos de salida, en dos días y tres
grupos de participantes.
La primera expedición salió el
sábado por la tarde. Seis
aguerridos motoabuelas a lomos de cuatro motos y de un recién estrenado carro,
ya bautizado como “la churrera”, partieron para recorrer los más de
doscientos kilómetros que nos separan de Chiloeches con el fin de acompañar en
las horas previas a Luis
y Eugenia, nuestros hermanos alcarreños, y protegerles de los peligros de la
larga noche previa a la salida teniendo en cuenta que al día siguiente tenían
que ejercer de maestros de ceremonias. Por lo que cuentan los que allí
estuvieron, anduvieron tranquilos y ejercieron de perfectos anfitriones (me lo
creo, que suerte tenemos, que siempre se nos pega la buena gente).
La segunda expedición, algo menos
numerosa (bueno, el Colin) salió el
domingo cuando todavía no habían puesto las calles, también rumbo a tierras de
Guadalajara, para acompañar en el recorrido a los anteriores y plasmar
fotográficamente lo que por allí aconteciera, aunque por lo que sé no debe
haber demasiado material pues no le daban tiempo ni a sacar la cámara de la
funda.
La tercera y última tanda, los
formales, salimos el domingo desde Castrillo, no sin antes esperar a poder
recoger ese almuerzo tan típico y que tan necesario se hace a mitad de la ruta. Pues bien, los de
este grupo comenzamos la ruta como siempre, a nuestro ritmo, y aunque el sol
estaba por allí arriba la cazadora no sobró en ningún momento. Una hora más
tarde, previo paso por el Pantano de Linares que “está que se sale”,
llegamos a Ayllón donde hicimos una parada en la Plaza, almorzamos un poquito y
nos dio tiempo para hacer migas con un juglar y una mora con barba encargados
de animar las visitas de este bello pueblo, porque es bonito de verdad, y tras
las fotos de rigor, emprendimos la marcha. Nada más salir tuvimos el primer percance
y perdimos la primera motoabuela por un problema eléctrico, menos mal que Rafa
es un hombre de recursos y con la ayuda de una cuerda la remolcamos hasta la
cochera de su cuñado a la espera de poder cargarla a la vuelta. Esta circunstancia
no pasó desapercibida para Quintana, organizador de la ya desaparecida
concentración de Ayllón, que salió en nuestra búsqueda y con el que compartimos
una breve charla. Reanudada la marcha por esas carreteras que la provincia de
Segovia nos ofrece y nos hace padecer (como se nota que esta provincia no ha
dado políticos de peso a nivel nacional) llegamos a Villacadima, donde ya nos
esperaba el resto de la expedición.
Villacadima es un pueblo donde habrá
media docena de casas habitadas pero atesora una ermita del llamado Románico
Rural, una fuente de donde todavía cogen el agua para beber y una iglesia que
mantiene el confesionario original (a pesar de los intentos declarados y frustrados
de cambiarlo de sitio hace ya muchos años). Mientras unos lo veían todo otra
parte del grupo estuvo especulando con los proyectos de incorporación de la tercera
rueda para la moto que ya están en marcha o en proyecto. Desde allí pusimos
rumbo a Galve de Sorbe donde nos estaba esperando la comida.
Ya en el restaurante y alrededor de
unos platos con una buena aceptación (¿ya sabemos de quien eran las migas?)
dimos buena cuenta de la “sin hueso”, a pesar de que algunos de los
trasnochadores, encendidos animadores en otras ocasiones, estuvieron algo
apagados en esta ocasión. Por cierto entre otras cosas hablamos de los que
faltan de pagar la cuota de socio, todavía unos cuantos, y de la salida del 21
de julio promovida por un grupo de moteros de Castrillo y a la que no deberíamos
faltar, por supuesto.
A la salida de la comida no hubo
consenso en las actividades, unos querían verlo todo, otros parte y otros
directamente se sentaron en la terraza a la espera del regreso de los más
inquietos. Un paseo hasta la ermita y un deseo frustrado de subir al castillo
pusieron fin a la visita a Galve. En ese momento despedimos a los promotores de
la salida que pusieron rumbo a Chiloeches y los demás que pusimos “rumba”
en torno a la churrera en dirección a Ayllón para recoger la moto averiada y
rematar la última parte de la jornada.
El viaje de regreso sin
contratiempos insalvables, otra vez por la temibles carreteras segovianas,
causantes de una breve parada al soltarse la pipa de la bujía de una moto y un
pinchazo que se solucionó de forma rápida nuevamente por el chico de los
recursos.
En definitiva otra buena jornada,
esta vez con unos promotores de lujo a los que no me canso de agradecer su
compañía y su buen estar, con unas motos que se portaron como campeonas, y con
la puesta de largo de la churrera la cual, a “pesar de los pesares”
de su dueña, en el mejor de mis sueños la veo vestida de motoabuela….
Para ver las fotos pincha AQUI.
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